La
noche del 28 de diciembre de 1895 en París es quizás una de las fechas más
importantes de la humanidad. En aquella noche, la ciudad luz, fue testigo de la
primera exhibición comercial de cine. Los responsables, los hermanos Auguste
Marie y Louis Jean Lumière creadores del cinematógrafo una máquina capaz de
filmar y proyectar imágenes en movimiento.
La
acogida de este invento para el entretenimiento fue tan rotundo, que muchos
camarógrafos europeos que adquirieron este aparato cruzaron el Atlántico para
retratar paisajes que jamás se encontrarían en el viejo continente. Uno de esos
nuevos lugares para estos exploradores, fue Colombia, principalmente en
ciudades como Barranquilla, Bucaramanga, Cali y Bogotá para iniciar su travesía
cinematográfica.
Durante
estos más de cien años de historia del cine colombiano películas como la Estrategia del Caracol, Pena Máxima, Golpe de
Estadio y las más recientes como La Cara oculta o Bluff han servido para deleitar
al público nacional e incluso, algunas producciones han tenido un
reconocimiento en otras latitudes.
Con
toda esta introducción, me pregunto, ¿se están haciendo bien las cosas en el cine
criollo?, ¿son atractivas las ideas del séptimo arte colombiano?, ¿es
suficiente el presupuesto existente?
La
ley 814 o mejor conocida por la ley del cine respondería a este
cuestionamiento. Desde el 2003, año en el que se aprobó esta ley, medidas como
la creación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, que ayudan a nuevos
proyectos cinematográficos o pasar a rodarse tres películas por año, a 22
filmes en 2012, sin olvidar el incremento considerable de espectadores del cine
nacional.
Pero
no todo ha sido bueno, en contraste con al aumento de espectadores durante
estos años, acceder a salas de cine en el país es privilegio de pocos o
concretamente para las capitales, porque en ciudades de la periferia colombiana
son pocas o inexistentes las salas de cine.
Aunque
el cine colombiano ha avanzado en temas técnicos y de apoyo financiero, la consigna
es que el apoyo debe ser también de nosotros los espectadores y no solo para
ver las acostumbradas películas del 25 de diciembre de Dago García, que dicho
sea de paso siempre recurren al chiste obvio y flojo, la invitación es para
apoyar al cine colombiano y en especial a esos directores como Andi Baiz o
Simón Brand que intentan hacer cosas nuevas por el desarrollo del cine
criollo.
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